El proyecto de la Escuela Barrio Aeropuerto de la Banda del Río Salí es uno de esos proyectos que engloban tantas cosas que hablar de una simple huerta le queda chico. Muchas veces en Huerta Niño nos preguntamos ¿Qué es un proyecto exitoso? ¿De qué hablamos cuando decimos que un proyecto va más allá de lo esperado? Bueno, este es un ejemplo perfecto para responder todas esas preguntas.

Bárbara Kuss, Coordinadora General de Huerta Niño, tuvo la suerte de conocerlo el año pasado, luego de una visita a la escuela durante el mes de noviembre. «Una parte de lo producido en la huerta es consumido en el comedor escolar y otra parte la comercializan los alumnos para recaudar fondos para la Cooperadora Escolar que ellos mismos manejan desde su Centro de Estudiantes. Además, existe una tercera parte que la destinan a donaciones para personas de bajos recursos y personas que sufren de diabetes con la intención de que se puedan alimentar mejor. Esto en primera instancia, luego les consultan a través de una encuesta social si quieren su propia huerta para capacitarlos. Recién ahí les ofrecen semillas y apoyo para comenzar.»

 

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Cartel de la huerta de la escuela

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El alambrado perimetral que recubre el espacio de la huerta.

Esto significa superar las expectativas según Huerta Niño, es ir más allá del proyecto inicial que solo radicaba en una huerta escolar, es que la comunidad se apropie del proyecto hasta darle una vuelta más. Pero sobre todo, quiere decir que el proyecto sea sustentable, se replique y sirva como modelo para muchas más personas que para quienes estuvo destinado en un comienzo. La Escuela de Barrio Aeropuerto se encarga así de capacitar a otros colegios para impulsarlos a tener un proyecto similar.

 

Por todas estas razones y más, es que el proyecto de Banda Río Salí, resultó ganador del Premio de huertas 2012 promovido por Pro-Huerta y finalista en el 2013. Desde hace tiempo que trabajan en red con Pro-Huerta, no sólo a través del contacto con la técnica de la zona, sino también que se hacen presentes y organizan ferias en conjunto. A su vez trabajan con el Centro de actividades juveniles y con la huerta de la Capilla de la comunidad con quienes realizan varios intercambios.

 

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Aquí los carteles que armaron con las fotos de las donaciones de los productos de la huerta.

Pero todo no es un mar de rosas en las escuelas con las que trabajamos. Las grandes necesidades que sufren, sumado a una gran falta de oportunidades y de educación, en ocasiones se traducen en realidades que repercuten en los niños. Por eso, en la Escuela Barrio Aeropuerto existieron problemas de violencia que terminaron en la intervención de instituciones estatales para moderar los conflictos. Y es ahí cuando hablamos de la parte social y terapéutica de la huerta, ya que en los últimos dos años su presencia ha ayudado a bajar sustancialmente los niveles de violencia entre los chicos. Este es un resultado que hemos visto en otras escuelas de la Provincia de Buenos Aires.

 

Para concluir, Bárbara nos deja este mensaje: «El proyecto es sólido y cuando los chicos cuentan con tanto orgullo todo el esfuerzo que les cuesta mantenerlo, nos alejamos de una mirada cortoplacista, y es ahí es cuando podemos decir que la huerta dejo su huella.»

 

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Trabajando en la huerta

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Los chicos de la escuela trabajando la tierra.