Mi huerta en 4 pasos

Te contamos todos lo que tenes que saber para poder tener tu propia huerta

1º paso «El relevamiento»

Como primera medida, es conveniente plantearse algunas cuestiones con respecto al terreno y las herramientas a utilizar.

Terreno

Siempre es mejor ubicar nuestra huerta hacia el norte, de manera que la exposición solar sea buena durante la mayor parte del día. Para permitir la llegada de luz debemos evitar que haya árboles o paredones cerca que hagan sombra.

No debe haber piedras a escasa profundidad. Será muy difícil quitarlas, y además impedirá que las raíces de las plantas se desarrollen adecuadamente.

No hay que elegir un lugar en donde haya elementos extraños  (latas, plásticos, caños, cables, depósito de basura) debido a que resultan riesgosos para la salud.

Seguramente necesitaremos también un sector para los almácigos (contenedores pequeños para sembrar algunas semillas antes de trasplantarlas a la tierra); este espacio debe ser lo más reparado posible, para evitar que las corrientes de aire retrasen el crecimiento de los plantines y, a su vez, protegerlos del sol cuando se encuentren en la etapa inicial de su desarrollo.

Herramientas

Los materiales indispensables son: Palas de punta, azada, rastrillo, palas pequeñas, guantes y una regadera o manguera. Si la huerta es muy grande, es aconsejable contar con carretilla para trasladar los materiales.

2º paso «La planificación»

La planificación de nuestra siembra se sostiene en el conocimiento de tres conceptos básicos: asociación, rotación y abonos compuestos. De esta forma imitaremos procesos que se dan en la naturaleza y que nos permitirán mantener la calidad del suelo y de los cultivos temporada tras temporada.

Beneficios de la asociación de cultivos

Aprovechamiento del espacio: Asociando las plantas de crecimiento vertical con otras de crecimiento horizontal, o las de crecimiento rápido con especies de crecimiento lento. Este uso intensivo del suelo nos ayuda a disminuir el crecimiento de malezas.

– Aprovechamiento equilibrado de los nutrientes del suelo: Las plantas correctamente asociadas no compiten por los nutrientes, ya que consumen distintos materiales y los extraen de distintos lugares. Por ejemplo, las verduras de hoja extraen nitrógeno, mientras que las raíces de mayor profundidad extraen potasio.

Efectos protectores contra las plagas: Ya que algunas especies repelen a los insectos poco benéficos mientras que otras hospedan a los que sí benefician a nuestra huerta orgánica; Pueden ver buenas asociaciones en el listado que adjuntamos en la sección info huertera al final de este paso.

Rotación de cultivos

Consiste en saber elegir los cultivos, al planificar la nueva siembra, para que no se nutran de los mismos componentes del suelo que absorbieron los cultivos anteriores.

Además, como muchas plagas y enfermedades son específicas de una especie o de plantas pertenecientes a la misma familia botánica, si rotamos los cultivos, contribuiremos a cortar el ciclo de vida de la plaga o la enfermedad.

Como regla general para la rotación de cultivos vamos a tomar la siguiente:

→ 1° hortalizas de raíz (zanahoria, remolacha)

→ 2° hortalizas de hoja (lechuga, acelga, espinaca, etc)

→ 3° hortalizas de fruto (tomate, pimiento, berenjenas, zapallitos, etc)

→ 4° especies reponedoras de la fertilidad del suelo (leguminosas: arvejas, habas, poroto, etc).

Es importante recordar que no es recomendable sembrar la misma hortaliza en el mismo lugar hasta después de transcurridos por lo menos tres años.

Un suelo fértil es rico en nutrientes. Con el uso permanente del suelo los nutrientes se gastan. Por eso, para mantener y mejorar la fertilidad del suelo y obtener cosechas sanas y abundantes durante todo el año, tenemos que “alimentar” nuestra huerta.

Una forma de mantener la fertilidad de la tierra es incorporándole abonos. Estos, sumados a una adecuada rotación y asociación de plantas, nos aseguran una producción continua, es decir, la posibilidad de sembrar todo el año.

3º paso «El diseño»

La planificación de nuestra siembra se sostiene en el conocimiento de tres conceptos básicos: asociación, rotación y abonos compuestos. De esta forma imitaremos procesos que se dan en la naturaleza y que nos permitirán mantener la calidad del suelo y de los cultivos temporada tras temporada.

Beneficios de la asociación de cultivos

Aprovechamiento del espacio: Asociando las plantas de crecimiento vertical con otras de crecimiento horizontal, o las de crecimiento rápido con especies de crecimiento lento. Este uso intensivo del suelo nos ayuda a disminuir el crecimiento de malezas.

– Aprovechamiento equilibrado de los nutrientes del suelo: Las plantas correctamente asociadas no compiten por los nutrientes, ya que consumen distintos materiales y los extraen de distintos lugares. Por ejemplo, las verduras de hoja extraen nitrógeno, mientras que las raíces de mayor profundidad extraen potasio.

Efectos protectores contra las plagas: Ya que algunas especies repelen a los insectos poco benéficos mientras que otras hospedan a los que sí benefician a nuestra huerta orgánica; Pueden ver buenas asociaciones en el listado que adjuntamos en la sección info huertera al final de este paso.

Rotación de cultivos

Consiste en saber elegir los cultivos, al planificar la nueva siembra, para que no se nutran de los mismos componentes del suelo que absorbieron los cultivos anteriores.

Además, como muchas plagas y enfermedades son específicas de una especie o de plantas pertenecientes a la misma familia botánica, si rotamos los cultivos, contribuiremos a cortar el ciclo de vida de la plaga o la enfermedad.

Como regla general para la rotación de cultivos vamos a tomar la siguiente:

→ 1° hortalizas de raíz (zanahoria, remolacha)

→ 2° hortalizas de hoja (lechuga, acelga, espinaca, etc)

→ 3° hortalizas de fruto (tomate, pimiento, berenjenas, zapallitos, etc)

→ 4° especies reponedoras de la fertilidad del suelo (leguminosas: arvejas, habas, poroto, etc).

Es importante recordar que no es recomendable sembrar la misma hortaliza en el mismo lugar hasta después de transcurridos por lo menos tres años.

Un suelo fértil es rico en nutrientes. Con el uso permanente del suelo los nutrientes se gastan. Por eso, para mantener y mejorar la fertilidad del suelo y obtener cosechas sanas y abundantes durante todo el año, tenemos que “alimentar” nuestra huerta.

Una forma de mantener la fertilidad de la tierra es incorporándole abonos. Estos, sumados a una adecuada rotación y asociación de plantas, nos aseguran una producción continua, es decir, la posibilidad de sembrar todo el año.

4º paso «La acción»

Con la huerta planificada y diseñada, llega el momento de pasar a la acción en el terreno y lo haremos en tres etapas: primero delimitaremos la huerta, luego prepararemos los canteros y por último sembraremos.

Delimitar la huerta

Para que el terreno se transforme en una huerta debemos, ante todo, instalar un cerco que delimite su superficie y que impida la entrada de animales. Este cerco también nos puede servir de apoyo para algunas plantas que necesitan algo fuerte donde treparse o sostenerse, como es el caso de las arvejas o los tomates.

Preparación de canteros

Una vez delimitada la huerta procederemos a la preparación de los canteros. En este momento, todas las herramientas deben estar a mano. Esto es lo que haremos:

1     Limpiaremos el terreno, quitando los yuyos con la azada y retirando los cascotes y los vidrios (siempre usando guantes).

2     Marcaremos los canteros que diseñamos previamente con estaca e hilo. El ancho máximo será de 1.20m y de los pasillos entre 30 y 40cm.

3      Con la pala de punta, haremos una zanja de 30cm. de ancho y 30cm. de profundidad.

4      Colocamos la tierra de la zanja en la cabecera del cantero.

5     Con la pala de punta, hacemos cortes de aproximadamente 5cm. de panes enteros de tierra, sin dar vuelta el pan, y los colocamos en la zanja anterior. De esta forma trabajamos todo el largo del cantero.

6      Desmenuzamos los terrones grandes de tierra con la azada.

7      Por último, rastrillamos para dejar la superficie pareja y nivelada.

El resultado que deseamos obtener con todo este trabajo es un terreno de consistencia esponjosa y mullida (blando, desagregado). Estas características deben conservarse siempre.

Siembra

Ya con la tierra trabajada, el siguiente paso es la siembra. De la cual existen principalmente dos tipos: la siembra directa y la siembra en almácigos. La siembra directa, a su vez, tiene varios subtipos:

  • “a golpe”: se siembran grupos de 3 a 5 semillas, ya que algunas pueden no germinar. La distancia de siembra depende de cada especie.
  • “en línea” o “a chorillo”: se marcan líneas o surcos donde se sembrarán;
  • “al voleo”: consiste en esparcir las semillas de manera uniforme en una superficie.

Utilizaremos la siembra directa para las semillas grandes, fáciles de manejar y fuertes para germinar (zapallo, zapallito, melón, maíz, poroto, sandía). También requieren de este tipo de siembra aquellas especies que no toleran el trasplante (zanahoria, perejil, rabanito, radicheta, espinaca, remolacha, etc).

Sobre la tierra preparada, aplicamos un poco de compost maduro y luego se colocan las semillas en la manera apropiada. La profundidad de siembra es tres veces el tamaño de la semilla. Cubrimos las semillas con más compost y presionamos apenas. Luego, regamos con una lluvia fina.

Algunas hortalizas tienen semillas chicas y son más delicadas. Por eso, las sembramos en un espacio pequeño que llamamos almácigo.

Para preparar los almácigos, podemos utilizar cajas de madera (de verdulería), latas, envases de telgopor o plástico, hueveras de cartón corrugado, plugs o bandejas plásticas, moldes de maceta preparados con papel de diario, etc. Es importante realizar cortes en el fondo del envase para permitir el drenaje.

Dentro del envase que hayamos elegido debemos colocar la tierra enriquecida con compost orgánico (tierra fértil). Esta tierra debe ser tan fina como sea posible. Colocamos las semillas (2 ó 3) dentro de cada almácigo y los regamos. El riego debe ser cuidadoso, a modo de goteo o de lluvia. Los almácigos deben estar en un lugar que no estén expuestos a corrientes de aire ni al sol directo.

Cuando las plantas tengan 3 ó 4 hojas (en el caso de la lechuga, el repollo, la acelga, el coliflor, etc.) o cuando el tallo llega al grosor de un lápiz (tomate, berenjena, puerros, pimientos, cebolla), los plantines están listos para ser trasplantados.

El transplante debe hacerse con sumo cuidado para no lastimar las raíces. Puede hacerse moviendo el plantín con toda la tierra que había en el almácigo (si se hace en vasitos) o (si, por ejemplo, se elige hacerlo en un cajón de madera) abriendo un agujero alrededor de la planta con un cuchillo de cocina o con una lapicera en desuso y levantando el plantín con la mano. En el traslado, debemos evitar que se desprenda la tierra de las raíces.

En el lugar en el que van a ubicarse los plantines, se preparan pequeños hoyos (con una profundidad necesaria para que se pueda colocar el plantín y su raíz). La distancia entre los plantines dependerá de la planta y el espacio que necesite para desarrollarse.

Una vez hecho el pase, se termina de tapar con abono compuesto o tierra enriquecida con compost orgánico. Con ambas manos se presiona la tierra junto a la planta, para que quede firme, y se riega alrededor de las plantitas.

Riego

Así como el agua es un factor fundamental para nuestra vida, para el desarrollo de nuestras plantas va a ser imprescindible el riego. Si el agua no es suficiente, las plantas no se desarrollan normalmente y la producción es menor; las hojas se ponen duras y puede ocurrir que las plantas semillen antes de tiempo. Pero también hay que tener cuidado con el exceso de humedad, ya que puede favorecer la aparición de enfermedades y los productos obtenidos serán de mala calidad, menos nutritivos y de mal gusto.

Una cantidad de 3 a 5 litros de agua por metro cuadradro será suficiente para un desarrollo óptimo. También es de utilidad observar a diario la humedad de la tierra y evitar hacer charcos en el momento del riego. En verano debemos regar todos los días, por la tarde; en invierno no hace falta regar tan seguido, y es conveniente hacerlo al mediodía para que las heladas no dañen a las plantas.

 

 

Ahora sí, ya no tienen excusas para no iniciar su propio proyecto de huerta. Lo importante es seguir los pasos que les sugerimos en esta nota, pero sobretodo las ganas, la constancia y la dedicación! ¡Recuerden que es un viaje de ida que les traerá muchísimas satisfacciones!