Este es la primera parte del testimonio que dio Felipe Lobert, Presidente y Fundador de Huerta Niño, para Revista MI Huerta N°1.

 

Desde chico fue educado y capacitado para ayudar. Formé parte de los scouts y también trabajé con la legión de María en una iglesia. Sin embargo la experiencia que resultó determinante para que surgiera la idea de Huerta Niño, nació cuando yo tenía alrededor de 23 años de edad. Fue en el año ’69, cuando hice un viaje de estudios y me encontré con la realidad de las escuelas de la provincia de Chaco.


 

Nos enteramos por los maestros rurales que los chicos no podían estudiar porque no comían y que lo que hacían, era consumir té de hojas de naranjo para calmar el dolor de estómago. Una de las directoras me contó también que trató de hacer hacer una huerta y no lo logró.

 

Esta experiencia me marcó y permitió llegar a varias conclusiones de por qué no todos tenían huertas. Mi familia sobrevivió a dos guerras gracias a las huertas. Me resultaba incomprensible el hecho de que en un lugar tan verde, donde es tan fácil hacer una huerta, no lo hubiere. Al final, terminé entendiendo que este era un problema de cultura y que justamente la solución era incorporar la cultura de producir alimentos desde chicos, en las escuelas.

 

Si yo hubiese tratado de armar un grupo de amigos voluntarios, quizás hubiese empezado antes. Pero yo cumplí con la etapa de crear una familia, educar a los chicos, tener casa, tener ingresos, y el día que yo pude disponer de ingresos como para empezar un proyecto, en ese momento empecé, 30 años después de haber ido a Chaco. Así que en realidad el proyecto estuvo esperando 30 años en mi cabeza. En un congreso de la ONU para ONG acá en Buenos Aires, el lema era «El éxito lo tenemos cuando nos animamos a empezar». Bueno yo me animé a empezar cuando consideré que podía -en el año ’99- y la verdad que estoy muy contento de haber empezado.